La Inteligencia Emocional está adentrándose cada vez más en nuestras vidas, consiguiendo grandes beneficios en la salud de los más pequeños hasta los más adultos. El hecho de enseñar al niño a reconocer sus propias emociones y controlarlas, le evitará sufrimientos y una mejor adaptación al medio social y mayor confianza en sí mismo.
La motivación es un arma muy poderosa y efectiva para combatir con los fracasos escolares, o simplemente para que estudien los niños o los más jóvenes. Por eso, es tan importante entrenarlos desde pequeños de modo que aprendan a motivarse por sí mismos.
La automotivación, la solidaridad, la resolución de problemas, y todas las habilidades que constituyen la inteligencia emocional, se adquieren más fácilmente en la infancia que en ninguna otra época de la vida y se aprenden básicamente en la relación con los padres.
Para que los padres tengan hijos emocionalmente inteligentes, tendrán que dar ejemplo y ser buenos modelos para ellos, siendo coherentes con lo que quieren transmitir y hacen realmente..
La mejor actitud que pueden tomar los padres es enseñarle a controlar esas emociones, reconociéndolas primero, y manejarlas después. Para que un niño de 9 años pueda controlar su rabia o frustración, lo primero que tiene que hacer es saber cómo se siente, ponerle nombre a esa emoción, saber por qué se siente así, para después, poder controlar la emoción y manejarla de la forma más saludable posible.
Trabajar las emociones por medio del juego es la forma más amena, práctica y eficaz para el desarrollo del niño.
Jugar con plastilina aporta muchísimos beneficios en el proceso de aprendizaje, potenciando la creatividad y la fantasía de los más pequeños. A través de ella, el niño imagina, crea, y a la vez materializa los pensamientos que tienen en su mente.
Además, el juego es uno de los mejores escenarios para reforzar las conductas positivas.
ELOGIAR TODO AQUELLO QUE HAGA PARTICULARMENTE BIEN ¡Qué bueno eres haciendo puzzles!”, “ ¡Menudo paradón, vaya portero estás hecho! No es necesario elogiarle en exceso ya que es bueno que diferencie entre lo malo, lo regular y lo bueno. Si todo es muy bueno y maravilloso, corre el riesgo de no saber hacer frente a las frustraciones.
HÁBLALE DE LO QUE EXPRESA CON LOS GESTOS, PALABRAS...Parece que te ha molestado que el coche se haya salido de la pista, por tu cara pareces un poco enfadado.
EN EL JUEGO, EL NIÑO MANDAEl adulto observa y participa pero siempre con su permiso y aceptación. No le des órdenes de cómo debe jugar. El está jugando a su modo, con sus normas, tú sólo te adaptas a él. ¿Qué jugador soy?, ¿Qué tengo que hacer?
Es un momento buenísimo para que los padres aprendan de los niños jugando. Aprenderás a sentir menos miedo al ridículo, a reirte de ti mismo, de modo, que será muy buena oportunidad para conocer y aprender a manejar el sentido del humor que todos llevamos dentro y el espíritu lúdico, algo tan olvidado hoy en día en esta sociedad de “corre-prisas”.
Qué bueno es que los niños aprendan a valerse por sí mismos, queriéndose y sintiéndose queridos, jugando, aprendiendo, y dándose cuenta de que cada uno tiene su talento. Ahí es cuando tienen que sacar partido de su gran potencial para que esa gran habilidad crezca y, sobretodo, crezca su autoestima.